La industria farmacéutica alarga el monopolio sobre sus
medicamentos innovadores blindándolos con patentes sobre cambios mínimos
que no mejoran su eficacia. Un estudio en Suiza sostiene que esta
estrategia se lleva un 8,4% del total del gasto farmacéutico, aumentando el coste de la sanidad pública mediante el evergreening, una estrategia presuntamente tramposa que funciona pese a su turbidez.
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